lunes, 1 de febrero de 2010

El fanatismo.

El fanatismo. El fanatismo incluye todos los fracasos cognitivos, pero añade dos elementos extremadamente peligrosos. Una defensa de la verdad absoluta y una llamada a la acción. El principio básico del fanatismo es una posición difícilmente discutible: La verdad merece un estatuto especial frente a todas las doctrinas falsas. Lo malo es que no va acompañado de una fundamentación universal de esa verdad. Nadie sensato duda de que la física es más fiable que la astrología, a vista del trabajo minucioso y sistemático de corroboración que desarrolla la ciencia. Lo malo es cuando una opinión no demostrada se considera absolutamente verdadera. Cae entonces en un dinamismo tiránico del concepto de verdad. La verdad obsoluta debe practicarse o imponerse absolutamente. El guerrero que incendió la biblioteca de Alejandría lo tenía claro: "O los libros que hay aquí dicen lo mismo que el Corán, y entonces son inútiles; o dicen otra cosa y entonces son blasfemos. En cualquier caso merecen ser quemados." John Locke, el perspicaz, denunció el círculo vicioso del fanático: "Afirman que una doctrina que es una revelación, porque creen firmemente en ella; creen firmemente en ella porque es una revelación."
Éste es el segundo peligro del fanatismo: el paso a la acción. Voltaire ya lo advirtió al definirlo: "Es un celo ciego y apasionado que surge de creencias supersticiosas y produce hechos ridículos, injustos y crueles; y no sólo sin vergüenza ni remordimiento de conciencia, sino además con algo semejante a la alegría y el consuelo. El fanatismo no es más que la superstición llevada a la práctica". Calvino es un claro ejemplo, cuando en la
Defensa de la fe verdadera escribe: "Cualquiera que defienda la opinión de que se comete injusticia con heréticos y blasfemos al castigarlos se convierte conscientemente en culpable y cómplice del mismo crimen. Que no me vengan con autoridades terrenas: es Dios quien habla aquí, y se ve claramente qué es lo que quiere salvaguardar en su iglesia hasta el fin del mundo."


En todos casos aparece un mismo factor de distorsión: el blindaje contra las evidencias o contra los argumentos adversos, que rompe el dinamismo normal y porgresivo del conocimiento. Daniel Dennet, un interesante filósofo americano, ha escrito: "La libertad humana consiste sólo en aprovechar las experiencias pasadas para conducir el comportamiento." El fanatismo somete a cautiverio a la inteligencia porque le impide aprender.