domingo, 25 de noviembre de 2012

Instalación Ecología Pediátrica


 David Vicente


Texto  Álvaro Bellido

jueves, 22 de noviembre de 2012

Kandinsky. Punto y línea sobre plano.


A las 7:00 h. en punto, suena la alarma del teléfono despertador. Poco a poco, en su línea, el día se va tornando vertical.
Abandona la habitación construyendo con su movimiento una diagonal de huellas insinuadas sobre el suelo de madera.
Se lava la cara para organizar sus cosas. Prepara unos cereales de esos "vientre plano" con yogurt light para guardar la línea y un café sólo con un punto de azúcar.

Desayuna, bosteza y contempla desde la ventana las marañas de cable. En la cornisa del edificio, autopistas de Internet y líneas eléctricas, se confunden con la tele por cable. No hay autopsia que deshaga la trama, ni tampoco un cable rojo que al cortarlo desactive tal disparate. Una madeja hecha con una antigua línea de teléfono cuelga del balcón del tercero. El vecino del segundo se entretiene a veces con ella, y no tiene cara de gato. La madeja le da un toque divertido a la aburrida fachada del edificio. Es la relación de un complejo de rectas con una curva. Nudos....

"... escoge un camino, siempre hay un después."

Esta era la frase que acompañaba a una brújula peculiar: un transportador de ángulos Kandiskiano. Tal brújula era el vehículo de un acto poético, una especie de happening inspirado en la interpretación a través de el color, de los diversos ángulos que dos líneas rectas pueden formar. Los tres colores primarios, el blanco y el negro marcan distintas direcciones en la brújula.
Para Kandinsky, el rojo se asemeja al cuadrado, al ángulo recto. Por eso el color magenta en este transportador de ángulos está situado en los 90º. El color amarillo se encuentra entorno a los 30º (60º con respecto a la línea vertical). El azul está situado en los 150º (este ángulo tiende al plano conforme va aumentando, y es azul según Kandinsky). Por último el blanco está en los 0º y el negro sobre los 180º.
La forma de uso del transportador es sencilla. Se trata de seguir la dirección que marca el color. Cuando algo te llame la atención, sitúalo frente al estímulo y disfruta del paseo.

Un poco más abajo se puede leer:

No hay stand ni web on-line donde canjear puntos; ni planes estrella que te mantengan recto en un mundo de curvas. Se trata de un juego sin pautas donde siempre ganas tú.

Se coloca sus cascos mientras baja las escaleras que conducen a la calle. Una vez en ella, pulsa el play de su walkman. Suena no line de Miles Davis. Música improvisadamente geométrica. Menudo planazo. Piensa que se trata de las zapatillas perfectas con las que intuir sus pulsaciones interiores.

Camina hasta llegar a la parada de la esquina. La de la línea 23. Bajo una marquesina azul, un plano de la ciudad le recuerda que: "usted está aquí". En es punto, en ese mismo instante, coloca la brújula para marchar, ahora a 150º (la marquesina parece azul primario).

Continúa avanzando por una acera llena de puntos que parecen chicles. Al doblar la esquina y mirar al frente, (dónde casi nunca apunta cuando camina), ve pasar un aeroplano tras el que ondea en un amarillo erótico, la publicidad de una línea directa con el amor de usar y tirar.

30º indica la brújula, y el olor a patatas fritas recién hechas. Es una calle peatonal con  aspecto de mercado. En primer plano, la amalgama de olores. Los puestos de hortalizas y encurtidos se alternan con los de antigüedades y flores. Junto a un puesto de frutas, una sandía cae al suelo rompéndose en varios pedazos. Nuestro personaje, portando su brújula, cae en la cuenta, de que siguiendo todo recto, al final. Se encuentra el barrio Rojo.