miércoles, 24 de marzo de 2010

Construyendo sueños II. El azar

Cuatro horas después salió el sol y por fin sonó el despertador. Era sábado. Estaba nulo. No sólo su corazón estaba nulo. La noche anterior fue larga y él no acudió a su cita. La habitación quedó vacía. Ella sOla y su teléfono fuera de cobertura, las copas vacías y el vino abierto. Se metió en la ducha y recogió su pelo. Mientras, en su desnudez, pensaba en la señal que la aliviara de su continua cefalea. En el salón la tele por cable sugería una hazaña que la arrancaría de ese sueño.

Mandó un mensaje al 24600; amor más dos nombres al Me quiere No me quiere.

Fabián no te quiere.
Esta relación no va a ninguna parte, Fabián no tiene interés.
¿Qué esperas de esa persona? Fabián no te ve como el amor de su vida.
No funcionará. Fabián plantea su futuro sin ti.

Cuatro mensajes son suficientes en la probabilidad del amor por sms. No hay ninguna ciencia al otro lado del teléfono, ni tampoco su ex, a la que todavía ama.
Cogió el abrigo, las llaves de casa y un bolso que vaciaría del miedo enorme que se hace insuperable. Del miedo a amar o a abandonar, a cambiar o a comunicarse… del miedo a dominar todo lo que pasa. No podía perderse más. El tiempo se cuenta, se regula, se trocea y se rentabiliza.

Cuatro mensajes, una intuición y un pensamiento son suficientes en la probabilidad del amor propio, en la posibilidad de reír por las causas perdidas.