domingo, 20 de abril de 2008

Familia y psicología de la salud

La familia como proyecto común repleto de fronteras cumple una función biológica, reproductiva, afectiva, económica, cultural y espiritual. Como institución histórica y evolutiva responde a la interacción con la sociedad y obedece por tanto al cambio social.

Los hijos tienen ahora ideas más amplias sobre lo que conforma una familia, así como nuestros padres con respecto a sus padres y a los padres de sus padres. Los lazos de sangre no son ya un precepto vinculante, y si lo son tienen una carga metafórica mucho más amplia; las adopciones internacionales, las segundas y terceras núpcias, son muestra de este cambio.

El rol educativo de la familia está en desorden. Los padres se declaran impotentes para educar y trasfieren la responsabilidad a la escuela. A su vez, la escuela se declara también impotente y devuelve la responsabilidad a los padres. Y ambos, igualados en esa impotencia, acaban por echar la culpa a la televisión. Cuando llega su turno de excusas, las empresas de televisión dicen que ellas dan lo que el público pide, y devuelven una vez más la pelota al campo de juego. Así anda el patio.

Esta situación nos obliga a usar un modo especial de pensar, un pensamiento sistémico. Apropiado para comprender los sistemas de relaciones que interactúan entre sí. Por ejemplo, la historia de una familia no es la agregación de las historias de sus miembros, sino el flujo de relaciones, influencias mutuas, choques, encuentros, que hay entre ellos. Una acción, un suceso, produce un reajuste de las relaciones. Cuando una pareja tiene un hijo lo que existe no es una suma: dos partes más un niño. Lo que surge es una realidad absolutamente distinta, un nuevo sistema que rediseña todo; forma de vida, expectativas, sentimientos, posibilidades.

La identidad apellido-sangre deja paso a la de lenguaje-hogar, más real y cercana, más pendiente de los reajustes en las relaciones interpersonales..

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